La Propiedad, el Intercambio y el Camino a la Tolerancia

viernes, diciembre 29, 2006

 



Si bien es cierto, la idea del comercio como motor de desarrollo y fuente de prosperidad de los pueblos ha calado medianamente en el ideario del hombre de la calle, esto no ha sido así, en las mentes más lúcidas de nuestro tiempo.
Se ha ido perdiendo la esperanza en la responsabilidad individual, en los actos del individuo, pretendiéndolos poner por debajo de un supuesto interés social o bienestar general que debe guiar los intereses individuales. Este hecho ha tenido como consecuencia que en nuestro siglo no discutamos ya de normas que prohíban el ejercicio de una determinada acción, si no más bien, de normas que nos digan como llevarlas a cabo, empezando por como las planteamos, hasta los fines que debemos perseguir y pasando por los medios a usar.
La institución del comercio, no ha sido la excepción, los intercambios voluntarios y libres entre dos personas que logran disfrutar de mayor bienestar trocando sus propiedades, ha sido la facultad humana más vulnerada por la pérdida de confianza en la responsabilidad individual. Creándose así, toda una serie de mecanismos para que dichos intercambios a la vez que logran armonizar los intereses de los individuos que los realizan, también tengan que armonizarse con los intereses de la “sociedad”.
Sabemos que la propiedad privada es lo que le permite al hombre poder ejercitar su libertad, pues es en ella donde puede decidir y optar lo que hará sin pedir autorización a nadie, por eso hablamos del derecho a la propiedad y no del privilegio a la misma. Es importante denotar que cuando los filósofos políticos hablaban de la libertad eran conscientes que no se podía dejar al hombre hacer lo que él quisiera, ya que podría llegarse a un punto tal que se viviera donde imperara la ley del más fuerte. La pregunta era como plantear ese límite de la sociedad representada por el estado. Aquí, si bien, no todos estaban de acuerdo, si eran concientes de que el hombre debería poseer un espacio inviolable sobre el cual ninguna entidad exógena u otro mismo hombre podía tener injerencia, ya que, transgredir ese espacio generaba que se pierda la innata creatividad del hombre y sus posibilidades de desarrollarse y prodigarse el sustento necesario para sobrevivir y permanecer libre. Ese límite debería ser la vida y la propiedad pues si el estado no velaba por cuidar éstos derechos, el fin de la especie podría ser cuestión de algunas décadas.
Pero ¿Qué ha sucedido? , Que la institución de la propiedad y el uso de la misma en los intercambios ha sido olvidada y menoscabada, olvidándose su papel fundamental en el desarrollo de la vida y libertad de los seres humanos.
El individuo, cuando coopera con sus semejantes, se provee de los recursos necesarios para subsistir. Dedica sus mejores esfuerzos a aquellas actividades en las cuales es más productivo y eficiente, así, a través de la especialización, logra producir una mayor cantidad de bienes, los cuales intercambia con otros individuos para proveerse de otros que el no había producido pero que necesita para subsistir. Nótese bien aquí, que la finalidad del comercio o intercambio no es la producción si no el consumo, ya que producimos aquello en lo que somos mejores y lo intercambiamos por bienes que producen otras personas que eran más hábiles que nosotros en la producción de dichos bienes, así podemos consumir dichos bienes sin haberlos producido.
Entonces, vemos que mi consumo está en la necesidad de satisfacer la necesidad de consumo de otro individuo, de otra manera yo no puedo sobrevivir.

Pero, ¿Cómo descubrimos que somos mejores en una determinada actividad humana?, Pues por la constante experiencia del ensayo y error, adquiriendo conocimiento de tipo práctico que luego vamos compartiendo y enriqueciendo por el contacto con otros individuos que al igual que nosotros buscan sobrevivir, entonces, es una necesidad de los individuos poder gozar de una esfera mínima donde puedan ensayar y equivocarse, esfera que resguarde la vida y la propiedad, para que así con la experiencia y creatividad puedan encontrar soluciones a sus problemas de la vida cotidiana, soluciones que nazcan del común acuerdo de muchas personas para la infinidad de situaciones que puede presentar el comportamiento humano, y que éstas sean la base para que las normas que rijan las actividades humanas nazcan de la propia acción humana, ya que intercambios libres, generan que los intereses de ambas partes se vean beneficiados, según crea cada uno conveniente, y que la repetición de éstos actos genere que se vaya estableciendo normas tácitas y explícitas para que cada uno y el estado mismo vele por su seguridad al intercambiar su propiedad.
Si tenemos una ley que regula el intercambio, ex – ante, para impedir posibles malestares a la sociedad, observaremos que esto limita la creatividad de las personas de encontrar soluciones específicas que ellos mismos pueden acordar.
Entonces la norma ya no es fruto de la experiencia de los individuos y de sus ensayos y errores si no es la que trata de evitar precisamente esos errores necesarios para ir desarrollándose y mejorando las formas de intercambio o la forma específica en la que solucionamos nuestros problemas. Tenemos entonces leyes que son positivas ya que nos dicen como usar nuestra propiedad y como intercambiarla con base a normas específicas y no generales que terminan atentando precisamente contra aquéllas que debían proteger (vida y propiedad) al no permitir usarla y explotarla a nuestra conveniencia.
Apostamos entonces en éste pequeño alcance por normas y legislación que sean reflejo del fiel interés individual de cada una de las personas, así tendremos una ley negativa con base en un derecho praxeológico que a su vez vaya enriqueciendo la norma, y que no perturba el libre desarrollo y creatividad de los individuos permitiéndoles ensayar y errar con cuenta a que cada uno se haga responsable por los aciertos y/o errores y no así la sociedad entera.
De éste modo podemos colegir, que es en la búsqueda del bienestar, que los seres humanos se vuelven tolerantes ya que al intercambiar su propiedad, poco le interesa lo que piense o crea la contraparte, lo que le interesa es el bien o el servicio que obtendrá en sí. Si la ley es negativa, ésta no nos dirá como intercambiar, ni nos pondrá límites al intercambio. Sí tenemos límites, pues se genera que se reduzcan los intercambios, y que éstos no sean fiel reflejo de las partes si no ahora también de un tercero. La Institución del comercio permite acercar a las personas por más lejanas y diferentes que sean, ya que crea lazos de comunicación y de conocimiento entre las partes, aceptando sus diferencias y acentuando sus coincidencias. De ésta manera el comercio acerca a las personas les permite conocer sin querer la necesidad de su semejante, para así poder satisfacerla, brindándole un servicio o un bien, necesidad que debemos satisfacer para así poder también satisfacer la nuestra. Todo esto los acerca y les permite ir descubriendo nuevas formas de satisfacer una necesidad y de compartir y expandir el conocimiento necesario para poder hacer que la vida del ser humano sea menos difícil.
Entonces es necesario contar primero con normas que garanticen el limite de la esfera personal del individuo, para que ésta le permita estar en un continuo proceso de ensayo y error, para que así de ésta manera pueda descubrir nuevas soluciones, y a su vez que éstas sirvan de base a la legislación para que a su vez ésta refleje los intereses individuales y sea producto de la acción de los hombres pero ex – post y no ex – ante. Esto trae consigo que el conocimiento se expanda por la creatividad necesaria para sobresalir y enriquecerse, y ya que así la única manera de hacerlo es usando medios económicos, se limita el uso de medios violentos lo que generan entonces un ambiente de progreso en paz y seguridad.

César León Quillas
beatle8512@hotmail.com
Economía – Universidad de San Marcos
Instituto de Libre Empresa
www.ileperu.org
www.liberalesygirondinos.blogspot.com

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